lunes, 5 de agosto de 2013

Damos y caballeras


No sé si tengo un montón de sueños o sueños del montón.


Vivir con lo puesto y huir con lo necesario. Mi sombrero imprescindible, ya sabéis, por se presenta la ocasión de quitártelo (me persigue el arte); las gafas de sol; los pitis; ocho canciones de Quique González y las monedas justas, que nunca deben de superar a las mentiras. 

Coger un estado de ánimo embadurnarlo con palabras llenas de vaho y publicarlo. Como si fuese una forense de película y estuviera haciendo la autopsia a cada uno de mis sentimientos. Los abro en canal y en vez de sangre sale poesía a chorretones. No sé escribir, lo juro, pero un día empecé a hacerlo y alguien se atrevió a decirme que no lo hacía del todo mal. Desconozco el nombre de quien me dijo una vez que se escribe mejor cuanto más malvives.

Y cuanta razón.

Me saco de mis casillas cuando no estoy en vena, como si mi vida pendiera de una partida de ajedrez y retrocediera. Una y otra vez, a una velocidad inmensa, inabarcable, un subidon de hormonas a toda ostia. Sobrevivo a una velocidad que todos desconocen, porque me da miedo ralentizar y que vean que soy igual de humana que los demás. Pero me lo cargo todo a una joroba inexistente, que sostiene el peso de una inmensa mochila de ansiedad e insatisfacción que nunca se llena porque está tan vacía como yo, y aún así sigo metiendo defectos, creyendo que por no verlos han dejado de existir. No debemos olvidar, sólo aprender a vivir sin ello.

Aprendí que el equilibrio se puede perder, pero que la memoria nunca muere.

Jaque-mate: inspiración.

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