domingo, 16 de junio de 2013

Siempre en la ficción

La curiosidad mató al gato, pero murió sabiendo.


Os voy a contar una historia que creáis o no es cierta...

Yo nunca he creído en Dios, ni en la magia, tampoco en los meteorologos, era pesima para la química, en resumen en las cosas que no se ven. Además soy muy supersticiosa y tengo un gato negro. 

Hace unos meses empecé a soñar con un chico, aparecía y aunque su imagen estaba borrosa como cuando un miope se quita las gafas, era especial, me hablaba sobre su vida, me contaba lo que anhelaba vivir, estábamos sentados en una azotea, y me agarraba fuerte porque yo lo veía todo muy difuso, tenía algún tipo de instrumento con el que tocaba cosas indescriptibles, me pedía que cerrará los ojos que confiará en él y disfrutará de su música. Y eso hacía. 

Después sonaba la alarma a las 7:10, caía por aquella azotea infinita y despertaba del golpe. La primera vez que lo soñé fui a clase casi levitando, haciendo hincapié una y otra vez en el paradigmático sueño. Ese día al dormirme, volví a soñar con él, estaba ahí sentado de nuevo, me situaba a su lado, y me preguntaba que por qué le solté y me caí en la realidad. Yo me excusaba diciéndole que no podía estar todo el día soñando, que allí abajo tenía cosas que afrontar. Repetimos todas esas conversaciones, risas y música celestial. 

Otra vez más al despertar, el golpe con la realidad, nadie me quitaba mi derecho de recrear el sueño una y otra vez. 

Esa noche, la tercera y la última vez con la que soñé con él, fue diferente, me dijo que qué pasaría si él también se tiraba a la realidad, yo le dije que viviría cosas fuertes véase la vida. Que fuera libre, y que volará. No me dio tiempo a despedirme porque ese día el despertador se adelantó.

No volví a soñar con él, pasaban los días y al dormir me despertaba en la azotea y no había rastro de su voz, ni de la música, sólo el sonido infrahumano del tráfico allí abajo. Comprendí que se cansó.

Esa mañana cuando sonó el despertador, lo primero que pensé fue prometerme escribir sobre él, sobre el chico raro que apareció tres veces seguidas en mis sueños, escribía sobre su realidad para que no le fuera nada mal. Desde el día que no le soñé, no quise dormir más. Le pregunté a la luna, que quién controlaba los sueños y quién fue capaz de depositarlo un día y sin despedirme llevarselo. La luna solo me miraba con su sonrisa burlona, mientras oía a algún búho ulular.




Era el personaje de mi libro, el protagonista ideal: todo lo que soy yo, y lo que siempre había querido ser. Así que les confié a las mejores protectoras que existen: mis palabras, ellas arropaban su rutina. Y así estuve muchos meses, escriéndole..


Pero un día, en un concierto, me fije en que uno de la banda llevaba algo característico de él, yo cuando le veía difuminado solo me fijaba en como llevaba una corbata roja. 

Creí que fuera él, podía ser o no. Tenía que investigar, y lo hice, investigue y le conocí. 

A mi asombro, era él: el chico con el que soñaba en aquella azotea, lo sabía por como sonreía. Era lo único que veía bien definido.



Increíblemente ha salido de mis sueños, nadie sabe como he creado algo.

No sé aún si fue magia o algún arcángel que se aburría ahí arriba, 

pero con palabras creé algo de verdad.






Los sueños dan alas,

y las palabras vida.




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