miércoles, 25 de diciembre de 2013

Sin señal (Reflejos II)

Mechones de pelo caían en manada al suelo, manchándolo como si se hubiera derramado una taza entera de café. Y yo, que me miraba en el espejo mientras sujetaba la maquinilla para cortar el pelo, pensaba en los rasgos de mi cara. Mi rostro, demacrado por los sentimientos pasados, había pasado a mejor vida. Las facciones que ahora se resaltaban por mi rapado al 0 contaban la historia de mi vida, de mi infancia y adolescencia. Si uno se fijaba atentamente, podía perfectamente leer en mis pómulos cada relato.
Al levantarme del taburete que había colocado frente al espejo del baño, desenchufé la maquinilla. Repasaba el contorno de mi cabeza en ese mismo espejo. Salí del baño y me dispuse a explorar mi apartamento. Las paredes estaban resquebrajadas y el suelo arañado. No había ventanas. En mi apartamento, el único reflejo que podía apreciar era el del espejo de mi baño. En el salón había un televisor que siempre estaba encendido, pero sin señal. Una luz azul iluminaba toda la pantalla y unas letras amarillas que conformaban las palabras "no signal" hacían daño a los ojos de cualquiera. Frente a él se situaba el taburete que había trasladado al baño. 
En mi apartamento no había nada más. Un baño, un pasillo y el salón.

Me propuse salir a ver la luz del día. La puerta para salir de mi casa estaba situada en el pasillo. Era una puerta de madera fina, roja, con un pomo dorado, y era la única de toda la casa, pues no había puertas ni en el baño ni en el salón. A pesar de ser tan fina, ningún ruido entraba de la planta del edificio. Nunca supe cómo llegué aquí. No sabía cuánto tiempo llevaba, tal vez semanas. Giré el pomo.

Mechones de pelo caían en manada al suelo, manchándolo como si se hubiera derramado una taza entera de café. Y yo, que me miraba en el espejo mientras sujetaba la maquinilla para cortar el pelo, pensaba en los rasgos de mi cara. Mi rostro, demacrado por los sentimientos pasados, había pasado a mejor vida. Las facciones que ahora se resaltaban por mi rapado al 0 contaban la historia de mi vida, de mi infancia y adolescencia. Si uno se fijaba atentamente, podía perfectamente leer en mis pómulos cada relato.
Al levantarme del taburete que había colocado frente al espejo del baño, desenchufé la maquinilla. Repasaba el contorno de mi cabeza en ese mismo espejo. Salí del baño y me dispuse a explorar mi apartamento. Las paredes estaban resquebrajadas y el suelo arañado. No había ventanas. En mi apartamento, el único reflejo que podía apreciar era el del espejo de mi baño. En el salón había un televisor que siempre estaba encendido, pero sin señal. Una luz azul iluminaba toda la pantalla y unas letras amarillas que conformaban las palabras "no signal" hacían daño a los ojos de cualquiera. Frente a él se situaba el taburete que había trasladado al baño. 
En mi apartamento no había nada más. Un baño, un pasillo y el salón.

Las imágenes se repetían en mi mente como si todo ya hubiera pasado en un tiempo remoto, lejano. Tenía la sensación de haber vivido todo esto mucho antes. En ese momento, sentí que no podía girar el pomo de la puerta, que esa no era la forma de salir de ahí. Pero, ¿entonces? En mi apartamento no había ventanas; no había forma teórica de salir de él. Asustado, me di cuenta de lo que me estaba pasando ya lo había vivido más veces. Lo tenía claro, estaba seguro de que yo había girado el pomo de la puerta roja de mi apartamento en otra ocasión, en otras ocasiones. Estaba aterrorizado. En ese mismo momento me volví loco. Cogí el televisor con las dos manos y, mientras mi fuerza arrancaba el enchufe donde se colocaba, lo reventé contra la pared. Las chispas y el humo llenaron el salón. Me ahogaba. Sentía la ansiedad en todo mi cuerpo. Mis manos estaban encharcadas en sudor. La garganta se contraía seca. Mis bronquios se cerraban a cada bocanada de aire. Y mi corazón latía tan fuerte que dolía.
No sabía qué hacer, ni adónde ir. Sólo se me ocurrió correr al baño. El taburete donde me había rapado el pelo un rato atrás seguía ahí, y yo estaba, de nuevo, mirándome en el espejo. Mi tiempo se acababa. Resignado, me senté en el taburete. Dejé a mi mente pensar en cualquier otra cosa, intentando relajarme, pero a la mínima me volvía a la cabeza que estaba encerrado en una habitación de la que no podía salir. Lo único que podía hacer era girar el pomo. Y entonces lo entendí. Me levanté del taburete y lo agarré fuerte con la mano derecha, elevándolo en el aire. Ahora lo entendía todo. La única salida posible tenía que estar detrás del espejo. Cogí aire. Lancé el taburete.

Mechones de pelo caían en manada al suelo, manchándolo como si se hubiera derramado una taza entera de café.

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