domingo, 5 de mayo de 2013

Minicuento: "Bondad como utopía"


Nadja se refugiaba bajos las matas de tomate. Atravesaba los charquitos que dejaba el gotear del rocío navegando en hojas de hiedra, impulsándose con un capuchón de un bolígrafo que algún gigante perdió por la calle. Cierto es que no tenía mucha familia, algún tío lejano refugiado en un níscalo a más de cuatro millas de su casa. Distancia que alguien de sus dimensiones tardaría en recorrer más de dos panielindres (unos dos meses en la escala de los gigantes) por lo que apenas podía establecer contacto, de vez en cuando alguna carta en una hojita de laurel, pero poco más.

Se dedicaba a recolectar las aceitunas que caían de los árboles antes de tiempo, ello le propiciaba un alimento nutritivo y suficiente durante todas las estaciones del paniesondre (365 días naturales en la vida de los gigantes, 366 cuando dibantrürt aumentaba un día para los enormes habitantes y cuatro paniegringres en la medida de “ellos”).

Un día, andando por el puente que había construido ella misma con palitos que había desechado un nido de golondrinas, perdió el equilibrio (algo que en su especie no se creía posible producirse) y se cayó. Fue demasiado tarde. Algunos dicen que murió asfixiada, tenía un corazón tan grande que no le cabía en el pecho. Eso le produjo que los pulmones no pudieran mantener su ritmo normal y perdiera la vida. Y es que muchas veces ser bueno no es lo más adecuado.

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